En el fuego de su presencia surge el humo que nublará mi consciencia. Seré yo, yo mismo como el Fénix que decida arder; perecer la basta era glacial de su ausencia.
Recorreré sus caminos, que ya conozco. Jugando a perderme. En sus rostros; En los bosques de poros y pieles hasta encontrarme perdido en el. O en ella. Y en todos.
Como madera de piano nunca hizo rico al leñador. Su presencia. El color que no requieren sus ojos al mirarme; solamente abiertos al primer paso que de, a donde fuera.
Y ardió el fuego aquella noche. Quizás nunca más vuelva a arder. O quizás lo haga para siempre.