Supe que todo estaba bien
cuando empezaba a torcerse.
En el vaivén de los hechos
arrojamos al capitán al mar;
sin saber si era lo correcto.
Solo queriamos flotar.
El viento,
se encargo de todo;
Por lo demás,
fluimos en sus tormentas
como lágrimas en los ojos
o sexo salvaje en el mar.
Nos faltó el aire.
No por naufragar;
Por los besos
de unos labios que
lo pararon todo;
Olvidándose de respirar.
Luego se hundió.
Saben y sabrán los delfines;
que nos hundimos juntos.
En la metamorfosis de un beso,
devenimos anfibios.
Hoy seguimos bailando
en las corrientes de la gran ciudad;
El mismo mar de los momentos
que, sin saberlo, nos hace nuestros.